8/1/08

Mas "Down" que "Hill"

Mi primera idea del ciclismo era hacer downhill y para ello debía tener la bicicleta de downhill. Una máquina prodigio de la tecnología, con una estructura super resistente y a la vez ligera. Hecha de aleaciones y composites exoticos y carísimos, como la fibra de carbono. Amortiguadores de impacto por todos lados y regulables. Frenos de disco hidraulicos (tecnología sacada de las motocicletas que se adaptaron para bicicletas de alto rendimiento) Quería una de marca: Kona Stinky, Scott High Octane, Rocky Mountain RM7, etc. Como un niño me imaginaba armado con casco integral y protección corporal, bajando por un caminito a toda velocidad. Imaginaba a los lugareños de algun paraje serrano mirar impresionados mi gresca con sus senderos y abismos. Como un gladiador sobre su bestia extraña, pero fachosa.



Mis sueños costaban como mínimo dos mil quinientos dólares y hasta reunir esa cantidad pues me iba a hacer viejo. Decidi en ese momento no esperar un día más y a la primera oportunidad utilizé mi bicicleta de XC rígida para una salida downhillera.


Para los poco entendidos XC significa cross country y digamos que es una modalidad que consiste en avanzar sobre un terreno irregular, terroso, ligeramente pedregoso, con subidas y bajadas. Rígida es el tipo de bicicleta que no tiene amortiguación trasera, pudiendo tener amortiguación delantera, en la horquilla, que era el caso de mi cleta (la horquilla es el fierro que sostiene la llanta delantera) ¿se pueden imaginar esta bici? No. Bueno, digamos que una bici para XC y rígida soporta pasar por encima de piedritas, algunos baches grandes, uno que otro saltito pero no es posible correr de bajada a ochenta por hora o hacer saltos considerables como con una carísima bici de downhill. De hacer se puede pero a mayor riesgo de una buena sacada de mierda, y el trance se vive con mucho menos confort. Unas imagenes para ilustrar:


Esta es la tipica bici de XC rigida de la que les hablo:

Y esta la de downhill, ¿ven la diferencia? Esta última es la más cara además:

Me aventuré pues a hacer la bajada Punta Olimpica-Acochaca en Ancash con algunos amigos que si tenían caballos precisos para el duro descenso que esperaba. Una caida de dos mil setecientos metros verticales en treinta y cuatro kilometros (-7.9% en promedio, en unas zonas hasta -50%, rocas grandes y algunos saltos de hasta un metro). La mitad de la ruta era carretera afirmada, por definición, pero lo mas exacto fue llamarle "un jardin de rocas". Dolía más a cada kilómetro. Casi me mato como tres veces. Mis dedos quedaron heridos intentando frenar a tiempo en cada curva. Mis brazos acabaron hinchados por el shaking que tuve que soportar durante la hora de correteadera cuesta abajo, intentando mantener el ritmo de los otros. Bueno, no me maté por suerte. Sueño cumplido, fue una buena experiencia, pero con la bici que tenía nunca más se volvió a repetir.


Asi pues pasado el tiempo, como no me atrevia a hacer descensos, despues de la dolorosa experiencia de Ancash, hacía mas cross country, mas subidas y hasta rutas centenarias (más de cien kilometros) por autopista.



Despues de mis experiencias XC y ruteras puedo decirles que es igual de gratificante vencer a la gravedad, tanto como valerse de ella para bajar. Es muy interesante trabajar con un grupo para vencer al viento que te frena y pensar en una estrategia para alguna competición o simplemente una ruta de domingo. Bacan el ver como semana a semana mejora tu físico y baja la panza. Porque cuando te rajas baja, y rápido. Es también disciplinar la mente en el resistir y resistir. Y eso es prácticamente una lección de vida.

7/1/08

Comenzar con Anto

Good time for a change
See the luck I've had
Can make a good man turn bad
So please let me
Get what I want this time

Morrissey me vacilaba bastante alla por el dosmil seis , y en especial esta canción llamada Please, please, please, let me get what I want. Escuchaba mucho esta música mientras hacía mis primeras rutas sobre una Goliat roja que quise mucho y hasta nombré: se llamaba Anto. Se llamaba porque ya no la tengo, me la robaron por cojudo, por pasar por Piñonate a las siete de la noche.

Con Anto bajé ocho kilos porque era una bici muy pesada, de fierro y con un tremendo resorte. Aún así recorrimos juntos idas y vueltas de mi disque entrenamiento por la ciudad, un par de bajadas de Canta a Lima, una durísima La Oroya-Jauja y varias rutas más por pista asfaltada y afirmada. La quería tanto que en mis salidas llevaba conmigo, además de los clásicos pertrechos, un trapito para quitarle el barro y la tierra cuantas veces pudiera. En esa epoca no conocia a ningún cletero, no había visto ninguna revista, ni un vídeo, no hablaba el idioma, ni tenía las maneras, un ciclista sin forma ni nada. Solamente paseaba con Anto y ella me hacia sentir muy bien y olvidaba la ansiedad mientras la pedaleaba. Quedaban a un lado mi mala historia, mis errores, lo mal que me sentía a mis veinticinco años, lo poco que sentía que había hecho por mi y por todos hasta ese momento. Por algún motivo esa movilidad aplacó mi malestar y la rabia con la que vivía como por arte de magia. Eso que dicen, que quien hace deporte se siente más feliz, es cierto, se los puedo asegurar.

El catorce de mayo del dosmil seis, un sábado, fui a emancipación a comprarle a Anto una pieza que era lo ultimito de la tecnología cletera. Dos horas despues, a las siete de la noche, volvía a mi casa y por flojera atravesé la avenida Grau que cruza Piñonate para ahorrarme unos minutillos. De repente me encontraba esquivando a un sujeto que se me atravesó a toda velocidad, no pude eludir al segundo porque me dió un manazo. Por eso salí volando y caí. Termine con ocho choros encima. Forcejee con ellos pero al final se llevaron la bici, un discman y mi billetera no sin antes propinarme varios golpes y hasta mordidas. Ahi me despedi de la Anto.

Trato de imaginar el final de ese pedazo de metal que para mi fue tan especial. ¿Donde estarás Anto? Gracias por ayudarme a dar vuelta a la página, por enseñarme que para avanzar hay que pedalear mucho.